Existe un fenómeno conocido como “la maldición del
cable”. Y me refiero a que da igual cuanto tiempo emplees en enrollar un cable
y en dejarlo bien recogidito, que cuando lo necesites estará hecho un lío de
padre y muy señor mío. Y eso es tan verdad como que el cielo es azul o la
hierba verde.
A este fenómeno le tenéis que añadir que soy desordenada
por naturaleza, así que imaginad mi problema. La solución vino de golpe mirando
un trozo de tela.
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