Si mantuviéramos una conversación descubrías que siempre
llevo papel y boli encima, que me encanta bailar, que amo viajar, que río a
carcajadas con las comedias románticas y que me indigno con los telediarios.
Tal vez incluso te dijera que hasta que no me tomo un café y hago algo de
deporte no soy persona. Seguramente te parecería una chica normal y corriente,
con sueños e ideas locas en la mente.
Y es que lo soy. Soy una chica normal con sueños y
ambiciones que lucha para ser feliz. Y es que mis cicatrices no se ven, mi piel
no tiene ni arañazos ni cortes; pero si diseccionaras mi alma y sometieras a examen mi
pasado encontrarías batallas para salir de la cama, meses forzando sonrisas y
un sentimiento de soledad en el pecho.
Y es que hoy pongo nombre y apellidos a la DEPRESIÓN.
Sí, tengo 18 años y lucho para dejar atrás sentimientos
derrotistas. Lucho por mí, por mi familia y por mi futuro.
Lucho y hoy me animo a dar la cara, a intentar acabar con
los estigmas que envuelven a las enfermedades mentales. Soy una chica normal y
corriente que únicamente tiene el fallo de sentirse sola.
El día que pusieron nombre a mi tristeza pensé que se me
acababa el mundo, pero ese día también maduré, y entendí un poco mejor la vida.
Desde ese día he aprendido que no estoy sola, que en la cercanía y en la
distancia tengo a mi lado a gente que me quiere y que siempre hay un motivo
para salir de la cama.
No soy una luchadora incansable; soy una superviviente de la
vida, escritora por necesidad y deportista por afición.
Soy una chica normal.
#laenfermedadnomedefine.
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