martes, 1 de septiembre de 2015

Carta 1 desde Berlín.


             13 de agosto de 2015
Querido mío; ¡que poco se parecen los alemanes a sus vecinos austriacos! Los Berlineses te intentan ayudar y se pelean por chapurrear algo de español… Perdón, empezaré a contarte por el principio, como siempre me dices que haga.
Dormí durante todo el vuelo, desde que salimos de Barajas hasta que el avión aterrizo puntualmente en un pequeño aeropuerto. ¡Si lo hubieras visto! Era el aeropuerto de la zona comunista; Schonefeld creo que era aunque no me hagas mucho caso que mi alemán es muy rudimentario. Nada más poner los pies en suelo germano noté un escalofrío de emoción y pese a haber dormido durante las tres horas que duró el vuelo, el viaje en tren hasta la capital se me hizo eterno. Seguí tu consejo y compre un billete por 3,30€ en una estación cutrisima situada a las afueras del aeropuerto y llena de turistas tan empanados como yo.
Perdona, vuelvo a  irme por las ramas, pero me cuenta centrarme en un solo detalle, ¡tengo tanto que contarte y tan poco espacio!
 
Dicen que una cosa es Berlin y otra Alemania, que se parecen como una piedra a un diamante, el origen de ambos es parecida pero han evolucionado desigualmente. Berlín es una capital cosmopolita y llena de vida. Llegar al hotel para dejar las cosas y callejear tranquilamente se convirtió en una carrera de obstáculos y de alto riesgo por la falta de pasos de cebra y la locura con la que manejan las bicicletas los alemanes, imponiéndose a los peatones e incluso ¡a los choces y camiones!
Hoy, siguiendo unas señales como el turista medio, hemos llegado hasta la puerta de Brandeburgo ¿sabías que en los años del muro estuvo en tierra de nadie? En la misma plaza está el hotel Adlton, ¿no me contaste que desde un balcón de la planta 4 Michael Jackson casi defenestra a su hijo?
Desviándonos un poco y perdiéndonos entre antiguos palacios hemos acabado ante un trozo de muro y un museo “del terror”; después hemos ido hasta la avenida de “Bajo los tilos”, la arteria de Berlín a la Marline Dietche le cantaba con voz queda.
Pero no creas que ha sido un día tranquilo, aparte de salvar la vida en numerosas ocasiones(los ciclistas son amos y señores de Berlín) y de huir de las avispas (¿cómo es posible que haya tantas y tan pesadas?) hemos subido nueve pisos en el interior del Domo para descubrir una vez arriba, que no se podía llegar hasta arriba.
Ahora descanso en la habitación del hotel, rezando para que mañana corra algo de aire fresco ya que el calor del clima continental es extremo y seco. Es medianoche, como es España si lo pienso bien ¿no fue Franco quien impuso la hora Alemana en nuestra querida tierruca? Debería dejar de pensar e irme a dormir…
Con cariño.

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