13 de agosto de 2015
Querido mío; ¡que poco se parecen
los alemanes a sus vecinos austriacos! Los Berlineses te intentan ayudar y se
pelean por chapurrear algo de español… Perdón, empezaré a contarte por el
principio, como siempre me dices que haga.
Dormí durante todo el vuelo,
desde que salimos de Barajas hasta que el avión aterrizo puntualmente en un
pequeño aeropuerto. ¡Si lo hubieras visto! Era el aeropuerto de la zona
comunista; Schonefeld creo que era aunque no me hagas mucho caso que mi alemán
es muy rudimentario. Nada más poner los pies en suelo germano noté un
escalofrío de emoción y pese a haber dormido durante las tres horas que duró el
vuelo, el viaje en tren hasta la capital se me hizo eterno. Seguí tu consejo y
compre un billete por 3,30€ en una estación cutrisima situada a las afueras del
aeropuerto y llena de turistas tan empanados como yo.
Perdona, vuelvo a irme por las ramas, pero me cuenta centrarme
en un solo detalle, ¡tengo tanto que contarte y tan poco espacio!
Dicen que una cosa es Berlin y
otra Alemania, que se parecen como una piedra a un diamante, el origen de ambos
es parecida pero han evolucionado desigualmente. Berlín es una capital
cosmopolita y llena de vida. Llegar al hotel para dejar las cosas y callejear
tranquilamente se convirtió en una carrera de obstáculos y de alto riesgo por
la falta de pasos de cebra y la locura con la que manejan las bicicletas los
alemanes, imponiéndose a los peatones e incluso ¡a los choces y camiones!
Hoy, siguiendo unas señales como
el turista medio, hemos llegado hasta la puerta de Brandeburgo ¿sabías que en
los años del muro estuvo en tierra de nadie? En la misma plaza está el hotel
Adlton, ¿no me contaste que desde un balcón de la planta 4 Michael Jackson casi
defenestra a su hijo?
Desviándonos un poco y
perdiéndonos entre antiguos palacios hemos acabado ante un trozo de muro y un
museo “del terror”; después hemos ido hasta la avenida de “Bajo los tilos”, la
arteria de Berlín a la Marline Dietche le cantaba con voz queda.
Pero no creas que ha sido un día
tranquilo, aparte de salvar la vida en numerosas ocasiones(los ciclistas son
amos y señores de Berlín) y de huir de las avispas (¿cómo es posible que haya
tantas y tan pesadas?) hemos subido nueve pisos en el interior del Domo para
descubrir una vez arriba, que no se podía llegar hasta arriba.
Ahora descanso en la habitación
del hotel, rezando para que mañana corra algo de aire fresco ya que el calor
del clima continental es extremo y seco. Es medianoche, como es España si lo
pienso bien ¿no fue Franco quien impuso la hora Alemana en nuestra querida
tierruca? Debería dejar de pensar e irme a dormir…
Con cariño.
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